Una niña que agarra mi dedo hasta hoy, pero que nunca me llamará papá
Enviado por Galsuinda
Claire Culwell reza por todos los médicos abortistas a pesar de que uno de ellos intentó quitarle la vida. Recuerda que Cristo murió por los pecadores y por ello pide por la conversió
n de tantos médicos que acaban con la vida de inocentes.
“Kermit Gosnell fue condenado por homicidio a cadena perpetua por el homicidio de tres bebés que nacieron vivos en su clínica sumado al homicidio culposo por la sobredosis de una mujer a la que se le realizaba un aborto de un embarazo avanzado”.
Estas palabras no dejan de resonar en mis oídos. Muchos han vinculado la práctica de Gosnell con la “repercusión de George Tiller”. Tiller era un aborterode embarazos avanzados en Kansas que cambió el aborto en nuestro país. Realizó abortos, específicamente abortos de embarazos avanzados, horripilantes pero de fácil acceso, en cierto modo económicos y ¡ni de lejos tan mal vistos en nuestro país hoy día!
Mi madre estaba embarazada de cinco meses
Conmovedor testimonio de Analía, una uruguaya que sufrió por muchos años debido al aborto que se provocó, y de cómo recuperó su autoestima y su paz
Cada año, desde 1974, se celebra en Washington la "Marcha por la vida" un acto reivindicativo en el que se pide la revocación de la ley Roe vs. Wade, por la que se legalizó el aborto en Estados Unidos en 1973.
Desde no hace mucho tiempo, Chris Aubert participa en esa marcha o en la marcha que se hace en su localidad. Lo hace consciente de lo que vale una vida después de darse cuenta de que, en lugar de los cinco hijos que le hacen inmensamente feliz, esa cifra podría ser de siete. En 1985, su por entonces novia le dijo que estaba embarazada y que iba a abortar. Él le dio 200 dólares y se marchó a ver un partido de béisbol. En 1991, la historia se repitió con otra novia. "Era totalmente irrelevante para mí", cuenta en su blog. Él creía que aquello no repercutiría en su vida, pero, un día, en la consulta del ginecólogo, viendo, con su actual esposa, una ecografía de uno de sus hijos -esta vez sí deseado-, sintió una punzada en el pecho, un arrepentimiento profundo por lo que había hecho. "Si pudiera volver atrás, salvaría a esos niños", confiesa; "Hay una mancha que no se irá de mi alma".
Abortar a mi hijo me llevó al pozo”, cuenta Lidia Esther, tinerfeña de 33 años. Un pozo de angustia que le condujo a la separación, la droga, la pérdida del trabajo, la desesperación. Abortó al feto de dos meses en 2007, cuando ella tenía 27 años, y desde entonces no levanta cabeza.
“No es cierto que el aborto no deja huella, como dicen algunas. No hay día que no recuerde aquella terrible experiencia. Acabar con mi hijo me hizo muy desgraciada”, afirma Lidia Esther. La joven llevaba cinco años viviendo con su novio y tenían pensado casarse, cuando ella se quedó embarazada. “Teníamos trabajo los dos, económicamente no estábamos mal, el feto no tenía malformaciones. Y vivíamos una vida de lujos: hoteles casi todos los fines de semana, ropa de marcas, fiestas. Pero mi pareja me obligó”. Motivo: aún no estaba preparado para ser padre. Lidia se dejó convencer y pasó por el quirófano.
“Para mi fue un mero trámite”, relata. A los dos meses se casaron. “Si en ese momento me hubieran preguntado si el aborto era bueno, les hubiera dicho que sí, que era un derecho de la mujer (nosotras parimos, nosotras decidimos). Si me hubieran hablado del síndrome post-aborto me hubiera reído. Me sentía bien, creía ser feliz, pero no era así”. Nada más casarse empezaron los problemas.
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